Echazarreta

En mi vida y trabajo de pintor, en los comienzos de los años 80 en Paris, apareció sorpresi- vamente en mi taller, una prensa (en parte de pago de un mural al diario Courrier Picard, de Amiens) Bella y antigua prensa misteriosa que yo no sabia utilizar… Para entender a qué mundo pertenecía, me inscribí en algunos cursos de grabado, primeramente municipales y después en los talleres profesionales de Lacourière et Frélot en Montmartre, como también en unas pasan- tías donde Hayter, el taller 17 rue Campagne Première. Descubrí así, no solo la técnica del gra- bado, sino esencialmente que yo era grabador y que esto haría cambiar para siempre mi manera de ser pintor.

Muchas de mis obras nacen en el grabado. Allí en la plancha de cobre se gestan los primeros trazos y aunque efímeros, tienen la sublimación de la palabra escrita en un libro.

Cuando decidí volver a Chile, después de toda una vida en Francia, país donde el grabado no tiene la valoración que tiene en Chile, (seguramente gracias Nemesio Antúnez), me dije que la gran prensa, ancla de mi taller, tenía que viajar conmigo.

El trabajo del grabado es eminentemente colectivo, se aprende del otro, no tanto de manera conceptual, como lo es el solitario trabajo de la pintura, sino de compartir visiones y soluciones para dar respuesta a desafíos del dibujo y la abstracción.

Me propuse entonces que haría participar a algunos artistas en esta disciplina del grabado, que tanto me había aportado con su rigor, y así trabajando en mi propia obra, trasmitirles cómo el grabado, espejo del dibujo, tiene la capacidad de sintetizar la forma y el color.